Ya sabemos, o deberíamos, que la ciencia es una maratón y no un sprint. Por este motivo, cuando escuchamos en las noticias que las universidades de Zaragoza y la Rovira i Virgili de Tarragona habían desarrollado un modelo muy fiable de expansión del Covid-19, nadie debe pensar que este trabajo, que emerge repentinamente de forma mediática, es fruto del corto plazo. Se debe a años de investigación en la sombre, fuera del foco mediático, para acabar desarrollando un modelo que empieza a ser una herramienta imprescindible del arsenal de herramientas para acabar con la pandemia del SARS-CoV-2. No nos podemos acordar de la ciencia sólo cuando la necesitamos, porque su modo operativo rara vez produce efectos inmediatos.